Luego de varias semanas del caos vial creado por la apertura de obras simultáneas en el Centro Histórico de Veracruz, algunas tiendas han comenzado a cerrar a consecuencia de la caída de ventas, cuyos ingresos ni siquiera alcanzan para cubrir salarios de empleados.

Tal vez la intención de los integrantes de la comuna porteña fue buena; sin embargo, la decisión careció de asesoría profesional suficiente y, lo más importante, de la consulta con representantes de los sectores directamente involucrados: comerciantes organizados y prestadores de servicios turísticos – hoteleros y restauranteros.

En los anteriores términos, comentaron el abogado José Antonio Fonseca Aguilar; el ingeniero Julio García Cámara y la maestra Cándida Morales Matus, padecen dificultades al momento de estacionar vehículos y hasta de circular a pie. El cierre de espacios es continuo ,“ahorcando“ la circulación casi total.

Nadie en su sano juicio está peleado con el desarrollo de obra pública de la naturaleza que sea. En el caso que nos ocupa dijeron los entrevistados, la reposición de redes hidráulicas, eléctricas, nuevas banquetas y otros aspectos que mejoren el atractivo del llamado “Corazón de Veracruz“; sin embargo cuestionan la forma y velocidad de hacerlo.

El efecto deja la impresión de que salió de los cálculos originales y causa malestar creciente, cuyas condiciones tienden a complicarse al generarse precipitaciones pluviales.

Definitivamente, Fonseca Aguilar, García Cámara y Morales Matus dijeron que la valoración popular, tanto de voces locales como visitantes, reprueban la política precipitada multirreferida.

Le recuerdan a los munícipes porteños, la célebre frase de Napoleón Bonaparte: “Vísteme despacio que voy de prisa“, o sea, pensar, razonar lo suficiente antes de tomar una decisión sin importar la dimensión del alcance de la misma.