Guayaquil, la ciudad de los muertos insepultos
Fecha: 06/04/2020
Hora: 11:48 hrs.


Cuando el presidente Lenin Moreno anunció el estado de excepción el 16 de marzo pasado, ingenuamente creímos que estábamos a tiempo para frenar un virus cuyos estragos veíamos lejanos. Para ese momento se habían confirmando 58 casos de coronavirus y se registraban las dos primeras fallecidas. Cifras distantes a las de España, que dos días antes había declarado el estado de alerta con 6.391 contagios y 186 muertes. La primera de las víctimas mortales en Ecuador era la paciente cero. Una migrante de 71 años que había retornado de España el 14 de febrero, confirmada como COVID19 positiva el 29 de febrero luchó por su vida durante dos semanas en la UCI del Hospital del Guasmo de Guayaquil. Un mes de calvario para ella y su familia, que fue estigmatizada en redes sociales por cientos de personas que compartieron sus datos personales, fotos, videos y hasta la historia clínica y radiografías. La segunda era su hermana. Falleció al día siguiente, 14 de marzo. Pensamos que estaríamos a salvo. Sin duda, fue un error compararnos con España.

Desde el anuncio presidencial se desencadenó un tsunami de acontecimientos que cuesta procesarlos. Hoy Guayaquil, mi ciudad desde hace 14 años, es noticia mundial por la llamada crisis de cadáveres. Una situación de colapso en la gestión de los restos de personas que por decenas comenzaron a morir súbitamente en sus casas desde mediados de la semana anterior. Un síntoma más de la incapacidad de las autoridades y de un sistema de salud al que se le salió de las manos esta crisis. Para el martes 31 de marzo eran 450 los cuerpos que aguardaban a ser recogidos por el departamento de Medicina Legal de la Policía, según una lista a la que tuvo acceso diario El Universo. No todos por coronavirus pero por su sintomatología, se presume que sí una parte importante de ellos. En medio de la emergencia, funcionarios gubernamentales y municipales barajaron la posibilidad de abrir una fosa común, una idea que causó desazón y fue posteriormente descartada por el Presidente, quien ofreció entierros dignos y unipersonales. La gran pregunta era, ¿para cuándo?

La fosa común que no llegó a ser, aunque ya tenía ubicación y un mausoleo planificado, era una respuesta que evidencia una desoladora realidad: la de muchos que han quedado a su suerte y han encontrado la muerte en sus casas. Sus deudos no pueden llorarlos, porque todavía les queda inhumarlos para dejar atrás el olor de sus cuerpos descompuestos que ha llevado a muchos a sacarlos a las veredas de sus casas y entonces, pasar a preocuparse de si han contraído o no el mortal virus. Y si pensaron que no podía ser peor, están aquellos que ni siquiera pueden despedir de sus seres queridos, porque inexplicablemente se perdieron sus restos. Como le pasa a la familia de cirujano pediátrico Rodolfo Vanegas, que se contagió de coronavirus en el hospital Teófilo Dávila de la ciudad de Machala y falleció el 28 de marzo. Ahora sus hijos no encuentran consuelo porque nadie les da razón de su cuerpo. Lastimosamente no es el único caso.
fuente msn

* Usuario, Fecha y Hora de Creación: ID10 - 06/04/2020 - 11:50:46 hrs.
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