Hace siete días, Miguel Ángel Yunes Linares convocó a la prensa, transmitió a través de redes sociales desde Palacio de Gobierno, se aposentó en la cabecera de la enorme mesa del Salón de Banderas y dijo –con tono contundente para parecer sincero– que buscaría un proceso de entrega-recepción “civilizado y realmente democrático”. Acto seguido tomó protesta a siete ciudadanos ligados a su gobierno para conformar el Comité Ciudadano de Entrega-Recepción.

La naturaleza de los personajes elegidos por él, que ya habíamos señalado con un innegable tufo yunista, ahora son mostrados como unos verdaderos cómplices del gobernador saliente. El reportaje del periodista Jair García, publicado por el periódico La Jornada Veracruz, no deja lugar a dudas: apenas dos días después de decretar su creación, el gobierno estatal entregó contratos a integrantes del que sería su ‘transparente’ comité, como una forma de agradecimiento por los servicios que quiere que le brinden.

Bajo este nuevo cristal, se oyen sumamente falsas las palabras pronunciadas sin recato por Yunes en el acto en que materializó su Comité Ciudadano de Vigilancia y Seguimiento del Proceso de Entrega y Recepción de las Dependencias y Entidades de la Administración Pública 2016-2018, un nombre tan largo como la cola que tendrá para que le pisen:

“Hace dos años el tema dominante en la escena pública de Veracruz, y desafortunadamente se reflejaba en el país, era el de corrupción; dos años después nadie habla de corrupción, no hay una sola denuncia por corrupción, lo que me hace sentir muy orgulloso”.

Y quiere seguir sintiéndose orgulloso luego del 30 de noviembre en que concluye su desastroso bienio; por eso ha elegido como vigilantes de su gestión administrativa a quienes recibieron las bondades de la contratación de obra pública y arrendamiento de bienes inmuebles.

Con ello, no solo quiere ocultar cualquier testimonio que implique una disparidad entre lo que dice y lo que hizo; poner bajo candado expedientes que evidencien movimientos financieros destinados con enorme profusión a las campañas electorales de 2017 pero, sobre todo, a la de este año en que buscó heredar la corona a su hijo Miguel Ángel; ocultar los contratos de obra con que benefició a sus amigos y sus cómplices.

Además, busca poner verdaderos campos minados a la próxima administración de Morena, para que fracase ruidosamente y pueda regresar en 2024, con todo y su familia.