Enrique Pérez, de oficio policía, cuidador de cárceles federales en tiempos de Vicente Fox, hoy es el secretario de educación de Veracruz.

Quizá eso explique porqué el desastre en las escuelas de la entidad. El desastre se observa en todos los órdenes, lo mismo en la infraestructura, las escuelas se caen a pedazos, descascaradas, sin pintura, con mesa-bancos viejos, con pizarrones del siglo pasado, sin computadoras la mayoría de escuelas, sin instalaciones deportivas adecuadas y, un largo etcétera.

Algunas escuelas no tienen maestros o directores. Desastre total en la educación.

Es Veracruz, donde un policía es el secretario de Educación, quien llegó al cargo de secretario, no por méritos académicos, sino por el capricho de un gobernante de ésos que no ha entendido que el poder no puede ejercerse como en los tiempos de “don Porfirio”, el viejo y sanguinario dictador de la historia negra de México.

Los hechos de cada día nos otorgan la razón. En Tierra Blanca, Veracruz, tierra caliente, tierra gobernada por la delincuencia, la escuela primaria Felícitas Sánchez, la que no cuenta desde hace tiempo con director, la mañana de ayer, fue tomada, es decir, padres de familia de esa institución educativa, se apoderaron de esa institución como medida de presión para que los docentes devuelvan a la escuela las computadoras que sustrajeron.

La referida escuela se encuentra ubicada en la calle 5 de mayo, de la colonia Tierra Blanca, el viejo.

Hasta el momento de escribir estas líneas, sólo se había presentado a la escuela la regidora de Educación, de filiación panista, quien, al decir de testigos, se arregló con periodistas para que la “nota” no saliera a la luz pública, sin embargo la toma de las instalaciones continúa y el problemas que origina el enojo y protesta de los padres de familia aún no se resuelve; los padres aseguran que continuarán con su movimiento hasta las últimas consecuencias. Veremos.

Mientras el legítimo movimiento de los padres continúe, más de 40 alumnos se quedan sin clases, así están las cosas de la vida pública en un estado de la República donde la vida institucional se cae a pedazos y la credibilidad de los gobernantes ya navega en las cañerías de la política.